Para variar, el micro.

Primer acto: Sube un comediante. Comienza con el rollo de siempre: "(...) no soy choro (...)". Continúa con un estilo, para mi, propio: Bromea con situaciones externas al micro, aparte de bromear y joder a la gente que esta en el micro. Saca risas muchas o muy fuertes, que no es lo mismo, a la gente sentada detrás de mi.

Segundo acto: Ciudad de Abancay (Apurímac). Talleres de radio. Participio en el grupo, no como asistente/participante/comoquieranllamarlo, sino como una suerte de apoyo. Es decir, un nexo entre los profesores que dictan los temas (énfasis en la figura de profesor), y los asistentes al taller. Este rol de nexo, para mi, permite vínculos, aprendizajes y adaptaciones del taller, totalmente distintos al de un taller sin uno. Aparte del lado formativo, destaco el vínculo. Pasan las sesiones y comienzo a escuchar conversaciones en quechua, y risas universales. Logro aprender un par de chistes en quechua, los anoto en un papel para no olvidarlos.

Tercer acto: La risa como componente universal. Claro, hay un factor cultural que estoy pasando terriblemente por alto. Sin embargo, en "esta sociedad", la risa se presenta como una forma de trabajar temas que de otro modo no podrían ser ni si quiera tocados. Bien lo trabaja el texto de ... en el libro de "Industrias Culturales: Máquina de deseos en el mundo contemporáneo". Es genial como con la risa y el contexto adecuado se pueden trabajar ciertos temas. De hecho el comediante del micro, en algún semáforo rojo, grita y jode o bromea, depende quién cuente el chiste, a una prostituta, según el chiste del comediante, prostituta travestida, arranca el micro y la prostituta, o quizás gente cercana a ella, tira algo que sonó como piedra a la luna del micro.

Palmas y tomates: Me pregunto si es que así se podrían trabajar temas escabrosos con gente de características similares: narcotráfico y narcos, corrupción y corruptos, violación y violadores. Claro, depende del chiste, de cómo se cuenta y de quién lo cuenta.